LEMA ORANTE.
13 de Abril de 2025
Y el transcurrir del ser, ahora se inclina hacia… –quizás por el protagonismo, quizás por la importancia personal, quizás por las condiciones globalizantes- se inclina hacia un sectarismo personalista, hacia una auto-evaluación, auto-examen, auto-compasión, auto…; un auto-mático proceder en el que el ser se encapsula en sus cuitas. Y su microcosmos se hace poderoso, y el macrocosmos prácticamente deja de existir para su consciencia.
Con esa posición, con esa actitud, se gestan ideas y acciones y actitudes que obsesionan, que martirizan, incapaces de ver la universalidad de los aconteceres.
La Llamada Orante nos hace ese reclamo para que nuestra actitud –que también está en ese caldo de cultivo evolutivo- no caiga en el sectarismo personal o mini-grupal que se… recela de todo lo que no sea él mismo.
Y en esas condiciones, pierde las perspectivas, las referencias, y se hace centro, se hace satélite, se hace…
Y ahí, por mucho que llame la Providencia, se encuentra con un muro de conceptos, ideas, creencias…
Es fácil fijarse en cómo –y darse cuenta, ¿no?- cómo, progresivamente, cada vez más y más personas, en lo cotidiano, son –en su actitud- incapaces de reconocer, aceptar, admitir… algo, ¡algo!, “algo” –palabra así, ¿verdad?-, algo bueno, algo bien hecho, algo correcto, algo…
Y todos nos podemos dar cuenta de cómo el “pero”, el “pero” –el “pero”, que es la opinión personal, el criterio personal, el hedonismo personal-, lo pone… ¡a todo!
Claro. Las personalidades se vuelven ariscas, se vuelven incómodas consigo mismas –y con los demás, claro-, porque ellos lo harían muy bien, ellos son perfectos, ellos tienen la solución, ellos tienen… De nada les sirve orar, meditar, contemplar… ¡No! ¡No les sirve!
Les sirve orarse, contemplarse, meditarse… Eso sí.
Pero, como dice el Evangelio: “¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno, y qué difícil es ver la viga en el propio ojo!”.
Es preciso revisar esas posiciones. Y, al menos, sin perder el criterio y sin perder nuestra visión, aceptar ¡otras posiciones!
Y aceptarlas significa respetarlas; y, sobre todo –“sobre todo”-, en ese respeto, evaluar y valorar lo que aporta, a éste, a aquél y al otro, ser de esa forma, de esa manera.
.- ¿A ti te gusta el críquet?
.- Sí, me gusta el críquet.
.- ¿Y eres feliz practicando y jugando al críquet?
.- Sí, soy feliz jugando y practicando el críquet.
.- Entonces, a mí me encanta también el críquet.
Fácil, “fásil”, ¿no? Y no, que:
.- Pero ¿cómo se te ocurre, el críquet? Pero si el críquet aquí, no… Aquí lo que se juega es futbol. ¿Críquet? Con lo… Fíjate, la palabra, ¡qué horror!, ¡horrorosa!: “críquet”.
.- Pero es que… no sé, me va.
.- ¿Te va? ¿El críquet? Pero si es un deporte capitalista, burgués, ¡colonialista!
.- Ya, pero…
.- Tú, al futbol, que es populista, popular o… ¡populacho! ¡A todo el mundo le gusta el fútbol! Bueno, ¡a casi todo el mundo! Pero ¿el críquet?
Pero, bien. Pero si tú eres feliz con el críquet –feliz en el sentido de que disfrutas-… ¡pues qué bien! ¡Aleluya!
Como decía aquel dicho: “Los amigos de mis amigos son también mis amigos”, ¿no?
Y al menos puede servir para:
.- Mira, yo no sabía nada del críquet, pero me encontré con una persona que le encantaba, y yo te puedo hablar ya del críquet. Sé lo que es y cómo se juega y…
Y el que escucha dirá:
.- Pero, ¿no te parece un poco… un poco “cool”?
.- ¿”Cool”? ¿Cool de frío, o de qué?
.- No, de ñoño…
.- ¿De ñoño?
Es que es muy difícil encontrar a alguien que… Seguro que más de una persona –dos, por ejemplo- después teclearán: “Críquet: origen, desarrollo y evolución”.
El sosiego también existe. Y la Llamada Orante nos promociona para que nuestra consciencia se sosiegue ante lo que desconoce, ante lo que no está de acuerdo, ante lo que no le parece bien.
Colaboremos hacia lo universal.
Por un momento, contemplen lo que es la obra de la Creación en un ser humano. Y qué triste resulta –¿no?- que ese ser se erija en Dios, se erija en la verdad, se erija en…
Y esté todo el día amargado y contrariado y enfadado… ¡Qué pena!, ¿no?
Y, claro, la culpa es de todos los demás: ¿Cómo el mundo no se ha puesto a disposición de él como ser humano, si él…?
Y eso lo dice uno y otro y otro y otro y otro y otro… y la evolución va por ahí.
Y, claro, se van creando guetos: guetos, micro-guetos, micro-micro-micro-guetos…
Cuando se está en esa posición, cuando el ser se descubre en esa disposición, se debe dar pena. Sí. ¡Y no es malo!... Al revés.
¿Qué hacemos cuando nos da pena alguien o algo? Pues tratamos de consolarlo, tratamos de arreglarle, de ayudarle. Eso… no se trata de comprar un manual de autoayuda –de los cuales hay millones de cualquier cosa-, no, sino de re…reabrirse…
Una vez que se ha dado el paso de darse pena a sí mismo, descubrirse como ser de universo y dejarse de dar pena. Porque viene de un hedonismo perfeccionista, radical y veraz, y que conoce y sabe…
¡Es que es asombroso ver la cantidad de personas que hay especialistas en todo!, y que no les gusta nada, nada más que lo suyo, su opinión y su criterio.
Se hace difícil hasta hablar de si…
.- Esta tierra es arenosa, es áspera, ¿no?
.- ¡No creas, no creas, no creas!… ¡Las hay peores!, ¿eh?
.- Bueno, ya, pero… estoy hablando ahora simplemente de ésta. No estoy hablando del críquet; de la tierra.
.- Sí, pero… ¡buoh! En mi pueblo la arena es mucho más gruesa, no creas.
.- O sea que ¿esta arena no es áspera, no es…?
.- Algo sí, pero no, no, no. No como tú crees.
.- ¡Ya! Bueno, pero tiene su gracia, ¿no?
.- ¿Gracia? ¿Dónde le ves tú la gracia?
O sea, imposible seguir la conversación. Todo es –se suele usar la palabra- “fatal”, ¿no?
¡No, please, no! En el nombre de la oración, en el nombre de que somos habitantes del universo, desprenderse de las prejuiciosas opiniones sobre “todo”… Y volverse esponja que recoge con bondad, con curiosidad.
Y despertando nuestra universalidad, podemos entrar en un sosiego… aceptable.
Muchas veces no se entra en esa universalidad, por miedo a perder la propia opinión, el criterio. ¡No! No. Al revés: la propia opinión y el criterio, cuando se entra en la universalidad, se amplifica.
Y, por supuesto, cada ser tiene su ánimo, su humor, su punto de vista. Sí, pero… ¡generoso!
Capaz de alegrarse de la alegría del otro. Capaz de festejar el valor del otro. Capaz de no juzgar ni condenar. Capaz de no proyectar futuros desastrosos.
Porque hasta se llega a decir:
.- ¡Ah! Ya verás. Ahora estás bien, pero ya verás dentro de 70 años. Ya verás.
.- ¡Por favor! ¡Dentro de 70 años! No es que sean muchos, pero… no me amenaces ahora que tengo 20, con lo que me va a pasar a los 70. Porque, ya, me estigmatizas.
Además, nuestra cultura –además de judeocristiana, de neurolingüística hispana- tiene la curiosidad de saber de todo, de conocerlo todo. Por momentos parecen seres universales. “Por momentos”. Pero, si les sigues un poco la pista, ves que son seres condenatorios. ¡Totalmente! ¡Porque no te aprecian nada!
Bueno, salvo excepciones como los de Burgos, que aprecian sus morcillas y cosas así, ¿no? ¡Sus morcillas! El resto de las morcillas no. Son… No son.
Una pregunta orante que nos hace la oración: ¿ustedes creen que el Misterio Creador se tomó “la molestia” –vamos a llamarlo así, como si tuviéramos confianza, ¿verdad?-, se tomó la molestia de crear la llegada de seres que se iban a convertir en hedonistas propietaristas de la consciencia y el sentir… y erigirse en…?
Bien está coger la idea de “a imagen y semejanza”, pero si nos vamos a por ella, la “imagen y semejanza” que podríamos tener sobre la Creación, sobre el Misterio Creador, es tan infinitamente inabordable que no podemos ampararnos en ella para decir: “Es que, claro, soy así porque…”.
¡Hahhhhh!
Si nos depositaron ahí, en la parte izquierda superior derecha, según se va hacia arriba en el universo –ya así están localizados-, ¡no era para que nos erigiéramos en comandantes supremos de nuestras opiniones y nuestros criterios!
Era… era para que contempláramos la grandeza, la inconmensurable estancia que nos habían preparado.
No para que domináramos, controláramos, manejáramos… y que continuamente estuviéramos en contradicción.
No.
Se transcurre y se aprecia cómo el convivir se hace… sectario y quejumbroso.
Nos aguardan, y nos guardan la perspectiva sonriente del vivir complaciente. De ese que emana de nuestros dones; de ese que es capaz de ilusionar, compartir, sonreír ¡y escuchar!… sin juzgar, sin condenar. Viendo –uno en otro, y otro en otro, y otro en uno, y otro en otro- un consuelo, una ayuda, un servicio. ¡No un crítico, no un ácido, no un perseguidor, no un condenador! Así, el ser, bajo esos prejuicios, el ser se siente cada vez más retraído, más… más dolido.
Por el contrario, cuando la acogida es complaciente, cuando el acontecer es ¡nuevo!... dejemos, dejemos de catalogar de “iguales”: “Esto es igual que…; esto es igual”. ¡No! No hay… no hay algo que sea igual.
Parecido, sí.
Pero, en esa desigualdad, está la particularidad, la singularidad del ser, que nos hace sintonizar, que nos hace compartir, que nos hace congeniar.
Hay que decirse una y otra vez:
“No voy a empezar un día, no voy a empezar el día, no voy a empezar este día… como otros días: con la queja del tiempo, con la queja de si está caliente o frío, mejor o peor el café, la infusión… No voy a empezar el día discutiendo sobre el color de mi blusa o sobre la textura de mis zapatos. No. No, no, no, no, no, no.
No voy a empezar el día con la “dis-placencia” de todo lo que me rodea, no voy a empezar el día por eludir el saludo, no voy a empezar el día por no sonreír, ¡no voy a empezar el día, así!
Voy a empezar el día a gusto con mi cuerpo. Voy a empezar el día a gusto con la luz. Voy a empezar el día contento por haber despertado, por participar. Voy a empezar el día, gozoso por poder abrigarme. Voy a empezar el día por… por curioso, por ver cómo transcurre el hacer que me corresponde, que me llama. Voy a empezar el día por aportar sin criticar, por aportar sin juzgar, por aportar sin condenar.
Sí, tendré que hacer un esfuerzo, pero será un esfuerzo “vital””.
Y ese comienzo es curvo. No tiene esquinas, no tiene rincones. Rueda.
Y así es capaz de… moverse.
Dejar de ser la espina inoportuna, dejar de ser el comentario soez, dejar de ser la crítica fácil, dejar de ser la opinión condenatoria.
Todo ello es un esfuerzo que destruye; que no construye, que no se recrea.
Reclama, el Misterio Creador, el Misterio Orante, nuestra participación como seres creados y, en consecuencia, creativos, innovadores.
Apostantes valientes por el gozo del entorno; por la alegría complaciente.
Ese tono de compartir que hace posible el humor…
Que abre puertas al Amor.
Hoy no puede ser un día más, en la cadena –y como cadena, ata- de una actitud judicial.
No.
Hoy es un día nuevo, de una posición universal, de una percepción generosa, de un alegrarse del gozo de los demás.
Hoy es la manifestación que puede seguir… como un hito a partir del cual el ser se transfigura y se hace verdadero testigo de que Es Un Acto De Amor.
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