LEMA ORANTE. 

                       15 de Septiembre de 2024           


 Las almas no se asustan; no tienen miedo. Se impresionan.

Se impresionan.

El ser de humanidad, como alma conformada, se va impresionando con sellos, mensajes, culturas, religiones, órdenes… Pero la naturaleza anímica “almada” no tiene el diseño de miedo, como nos tratan de hacer ver, y con ello paralizarnos.

El miedo surge como consecuencia de la interacción de todas esas impresiones.

Pero el Sentido Orante nos recuerda que, como almas almadas de origen “desde el Misterio Creador”, las impresiones deben ser “cautelosamente” contempladas: con el arraigo del alma almada, sin armas, pero con ánimo y con amor hacia todo lo que impresiona.

Y esas impresiones que acontecen por la evolución del poder, del dominio y del control, deben ser contempladas con indiferencia, a sabiendas de que somos inmunes a las amenazas. Porque, al contemplarlas con indiferencia, el sabor a victoria, triunfo y dominio, de ellas, decrece, abandona.

Sí. Es preciso recuperar ese aliento almado –no, amedrentado- que también surge como consecuencia del temor infundado de que nos van a vaciar, nos van a desposeer…

El alma no está sometida a esas miserias.

Y al sentirnos almados, con cualquier arma que se nos amenace… nos convertimos en transparentes.

Y pasan a nuestro través sin dañarnos.

Quizás… quizás el alma encarnada, por lo insólito de la posición –que no es la propia, encarnarse, pero por decisiones innombrables lo estamos-, se siente extraña, se siente sorprendida… Y las impresiones parecen dañarla.

Esa es una falta de alerta, de atención, que acontece con frecuencia en los seres que, pasado un tiempo, 1restañan sus ánimas recreándose en todo lo que han pasado, en todo lo que ha ocurrido, y no se adentran a lo que aguarda, a lo que nos aguarda. Y, por tanto, disponerse en actitud de vanguardia, sin la rémora de lo que aconteció, ocurrió, impresionó y amedrentó, que suele dejar un poso de rencor, de desánimo y desesperanza; que ocasiona que los seres se recojan sobre sí mismos y se relaman una y otra vez sus heridas. ¡El alma no tiene heridas!

Supone… –claro- supone una disposición de conceptos, de mente.

Ese ángel de la guarda que nos protegía, es la propia destilación del alma.


Se avecinan manifestaciones denominadas “inicios”, “transcurrir”, sobre las que podemos mostrarnos como… pasado; como repetidos.

Cuando se muestra una flor, nunca es igual que la flor vecina, ni igual que de la estación anterior.

La Llamada Orante nos incita a proponer, disponer, disponerse y realizar el testimonio correspondiente a un nuevo y siempre revelador… –revelador- momento de evidencias que marcan un momento diferente.

Y con esa actitud, podremos modelar y remodelar modelos pasados…; abandonar críticas pasadas y entrar en sintonías presentes…; dejar la queja de ayer, y empezar con el entusiasmo esperanzador de hoy.

El hacer de cada día está ahí dispuesto antes de que lleguemos, para permanecer impecable. Esa es la intención que se corresponde con lo que nos aguarda.

También nos recuerda la Llamada Orante que, además de nuestra pulcra impecabilidad hacia nuestra función, nuestras responsabilidades…, esa individualización se conjuga –inevitablemente y afortunadamente- con otras impecables funciones.

Y es así que nos motiva una convivencia saludable, comprensible, adaptable, creativa y de promoción.

Que la animosidad comunitaria se haga próspera en su actitud de complacencia, de alegría y de logros.

Y es así como se cultiva el convivir de cada día: sabiéndose imprescindible y, a la vez, viendo imprescindible a todo lo que nos rodea. Esto nos permite la impecabilidad, a sabiendas de que puede dañar, su no acción, su no realización, a otras impecables funciones.


Y sucede que, continuamente, se vive el presente en razón a los pasados.

Y el futuro parece ser un desconocido que nos puede sorprender, e incluso –a veces- es una amenaza, y se prefiere anclarse en el “ahora”, pero condicionado por los pasados.

Ya se dice: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Se pone categoría. Pero depende de cuál sea la referencia, porque a lo mejor habría que decir –según referencias- que “cualquier tiempo pasado fue peor”.

El transcurrir del ser, como ánima viviente, es un permanente ¡futuro!

Está bien el ejercicio de “aquí y ahora”, pero es un “aquí y ahora” de futuro.

Las palabras de hace un minuto ya son “pasado”. Y, sin duda, van al recuerdo. Y como orantes, si atentos estamos, las incorporamos y las hacemos presente-futuro.

Con actitud “futurizante”, el presente se apresura, el pasado se hace mesura, y el instante se hace esplendor.

El amor-amar, como signo de identidad de lo almado, reflejo del Amor del Misterio Creador, debe considerarse un presente-futuro…, que debe intervenir en cualquier actividad. Porque nuestra naturaleza almada-amada, es la que nos da el aliento y la consciencia de estar, de ser.

Que esa consciencia de ser, de estar, animado, almado-amado, sea la referencia y la guía. Y las conciencias –que ya suponen moralidades, conceptos, leyes, costumbres- sean veleidades que con ellas hay que lidiar, en el sentido de que son transformables, cambiables, modificables….

Pero lo que permanece eterno e inmortal –el alma almada-amada- debe ser la inspiración constante de nuestro estar.


Encarnada el ánima, somos medios que transcurren como escalonadamente. Nos hacemos remedios con nuestra presencia. Nuestra llegada implica una transformación del entorno, una remodelación de lo almado-armado.

Y en ese sentido, corresponde estar alertas. Sí; alertas, para que no decaiga el ánima, el ánimo, ante las aparentes dificultades.

Cuando el ánima almada-amada, contempla las dificultades, las transforma en aprendizajes; y se hace, y nos hacemos remedios, unos a otros.

Nuestra presencia, nuestras palabras, nuestra actitud, se hace remedio por donde transcurrimos, por donde estamos.

Y con esa intermediación tenemos que vibrar, para que el testimonio de nuestras capacitaciones, de nuestros dones, sea un permanente servicio.



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