LEMA ORANTE.
19 de Enero de 2025
La llamada “evolución” –evolución del poder- ha conseguido, como especie humanidad, como materia viviente humana, que cada ser se proclame emperador de sus ideas, deducciones, especulaciones, explicaciones.
Recordamos el mito –o historia- de la famosa Torre de Babel, en el que los hombres, como humanidad, trataban de hacer una torre que llegara hasta el cielo, hasta lo divino. Y como consecuencia de ello, lo divino destruyó aquella torre y se gestaron las diferentes lenguas. Y de entenderse unos a otros, pasaron a desentenderse totalmente.
Pues semejante es la posición que, ahora –preferentemente- nos toca compartir, convivir. Esa en la que cada uno y cada cual es soberano y verdad.
Y amparado cada ser en su soberanía, trata de –obviamente- convencer, imponer… Es expresión natural del poder, el dominio de la razón y la interpretación de los hechos.
Esto, evidentemente, no ayuda a una labor, actitud y desarrollo ‘co-mún’… puesto que los acuerdos van a ser muy difíciles.
El llamado “sentido común” casi es, hoy, imposible. “Casi”. Porque cada cual, con su poder, se escuda en su sentir y su razón, y… compartir, conjugar, congeniar se hace especialmente difícil. Pero a la vez, por la naturaleza que adorna a la humanidad, tenemos la necesidad de expresar nuestro ser social. Y es así que se gestan fracciones; fracciones que comparten ciertos puntos de vista, pero tendrán que confrontarlos con otros.
Una réplica más de individuo contra individuo.
El individualismo que gesta la distribución del poder… hace cada vez más inviable un proyecto común.
Hay ese punto… de disgusto, de desacuerdo ante cualquier referencia.
Si en otro tiempo –o tiempos- se vivieron referencias que servían como “orientadores”, hoy eso es demasiado frágil.
Puede haber momentos de entusiasmo o momentos de exaltación a diferentes referencias, pero de inmediato surgirá la competencia, la comparación, la discusión.
Todo ello va a desaguar en el producto de la querencia. Y cada cual, en corpúsculos o en individuos, quiere –como poseedor, como propietario- esto, aquello o lo otro.
Y es así que el amor languidece, expuesto continuamente a la crítica, al ánimo, al punto de vista, al comentario, a la opinión…
La Llamada Orante nos sitúa, en este tiempo de ahora, en esa visión del estar, del actuar; que evidentemente –evidentemente, si se puede aceptar-, en la medida en que el amor languidece, la referencia –si se puede aceptar- del hombre, del ser humano, con el Misterio Creador, es ¡tan tímida!, ¡tan lánguida!... que se hace difícil interpretar el milagro cotidiano, la magia diaria, la imprevisible circunstancia, la necesaria ocasión…
Y bajo los efectos de ese poder individual, se produce una tendencia –digamos de momento “tendencia”- a considerar cualquier proceso, cualquier realización, cualquier actitud, bajo el prisma del fracaso, bajo el prisma del error, bajo el prisma de que, “al no ser mío, al no pertenecerme, no puede ser ni bueno ni excelente –menos-, ni capaz ni suficiente”.
Y es así que el derrotismo, el escapismo, el… el ‘ilusionismo’, si en algún momento estuvo, se diluye, se disuelve.
Y he aquí que el entusiasmo, el festejo, el... no llega. No llega. ¡Siempre!... –¡qué palabra tan terrible!- siempre aparece un error. Bajo esos prismas, contemplar cualquier situación, cualquier elemento, tendrá, para el poder de cada uno, un error: le falta picante, le sobra color, no suena como debería, porque una escala inferior vendría mejor…
Se dice corrientemente que hay opiniones para todos los gustos. No. Cada ser tiene un gusto y opinión. El asunto es que no escucha ni comprende ni asimila las de otros, sino que impone e implica sus mecanismos como únicos y valederos. Y cualquier expectativa de otros, quizás pueda despertar entusiasmo en algún momento, pero enseguida, ese ánimo derrotista aparece. Dice: “No. Esto no puede ser cierto”. Y efectivamente, se le pone un cliché, se le pone un protocolo, y no lo cumple. ¡No lo cumple!
.- Fíjate, decía que le gustaba el arroz con leche, y un día lo vi, un día lo vi que estaba tomando pan con mantequilla. Fíjate, fíjate: mentiroso, sátrapa, embustero”.
.- Pero… pero espera, espera, espera, espera, espera. Si le sigue gustando el arroz con leche. Pero aquel día, aquel fatídico día, se le ocurrió… o se dieron las circunstancias para tomar una tostada con mantequilla.
Te has caído con todo el equipo.
Sí. El tono exagerado aparece con frecuencia en la oración, para ponerlo más en evidencia. Después, cada uno hará sus reducciones, pero siempre –otra vez la palabra- aparecerá la pega, la mota, la...
Ese “derrotismo triunfalista”… –sí, parece una contradicción pero no lo es: es el derrotismo ante el entorno, y triunfalista en cuanto a mi persona- ese derrotismo triunfalista no sintoniza con ninguna corriente espiritual, salvo aquella que le compense, que le sirva de identidad o apoyo a lo que cada uno piensa que debe ser.
Y es así que las sociedades se comportan con un… un contencioso latente. No acaban de abrirse y de descubrirse con pulcritud. Hay temores, hay prejuicios, hay juicios, hay condenas…
Y los avances, cuando se producen, son realmente milagrosos.
La Llamada Orante nos sitúa en un contexto en el que, al menos, se merece una reflexión –una ¡breve!-, que seguramente será “no estoy de acuerdo”, pero… ¡algo es algo! Incluso reafirmarse en el poder de “mi versión” y de “mi punto de vista” y de “mi análisis”, puede crear un tótem y una auto-admiración… que a lo mejor es suficiente.
Y así puede ocurrir que cada uno está encantadísimo de haberse conocido… o bien expande su conocimiento y despierta admiración como referencia.
Sí; así actúa la ciencia, la política, la filosofía, la religión: los grandes “monumentos” del poder, que han sabido desgranar sus posiciones a todos los niveles.
La reveladora idea de una Adaptación Creativa Complaciente… tendrá muchas inconveniencias en realizarse.
Recurriendo de nuevo al refrán: “nunca llueve a gusto de todos”, podría decirse: “de ninguno”.
Sí. Hemos llegado a momentos absolutistas, de una condena perpetua a cualquier cosa que no sea la propia. Y los pactos, promesas, proyectos, etcétera, que pueda haber en común, se ven continuamente debilitados, continuamente bajo sospecha.
Creer se convierte en una hazaña… y fácilmente se puede transformar en una traición.
Todo parece indicar que la Especie Vida tiene un empeño especial en proseguir sus proyectos… que no tiene por qué conocer –que algunos sí y otros no-. Y a pesar de todas las dificultades que se gestan –en especial por la materia viviente humana- la apuesta de la Especie Vida es clara: se adapta, se hacen alianzas, se respetan, se adaptan, para poder ejercitarse en sus mejores versiones, como la flor con su perfume y su diseño; como el delfín en su salto y en su juego.
Esto nos podría hacer reflexionar en torno a la actitud como especie dominante, dominadora, poseedora, manejadora, manipuladora.
Sí. Es un recurso mental lógico, quizás poco operativo. Pero… apelando a nuestra innata bondad como consecuencia de mensajeros del Misterio, no nos quedemos con el mensaje que portamos y lo hagamos poderoso, dominante e intransigente, sino que hagamos llegar el mensaje a los destinatarios.
La función del cartero es llevar el mensaje a quien está destinado. No puede guardar los mensajes y acopiarlos.
Es más, es portador de “buenas nuevas” o “buenas diferentes” o “buenas raras”, pero “buenas”, porque porta, transporta, lleva… intenciones de otros, imaginaciones, recados…
Pues bien, cada ser de humanidad, como mensajero, no puede recoger ese mensaje y absolutizarlo en su hedonismo.
Debe hacer que llegue a los destinatarios, en base al amor con el que se le ha dado ese encargo.
La Llamada Orante nos sugiere que ejercitemos una piedad sobre nosotros mismos, para amortiguar y dejar, el individualismo, convertido en la identidad de cada ser, pero no en la imposición de cada ser…
A pesar del riesgo de –en alguna ocasión o en varias ocasiones- tomar la tostada con mantequilla, cuando alabas y dices que lo mejor es el arroz con leche.
La Llamada Orante nos dice: “Dios es una eterna sonrisa”.
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