LEMA ORANTE.
12 de Mayo de 2024
Las tendencias convivenciales apuntan hacia
la defensa, el ataque, la desconfianza, la agresión…; la prejuiciosa actitud y
la muy muy muy escasa confianza.
El progresivo deterioro de instituciones hace
contagiosa la administración de la consciencia, y la tendencia es al
aislamiento personal, a la salvación
individual. ¡Por favor!
El desarrollo de la personalidad hedonista,
sectorial, racista… Parecen insultos. No, no. Son características.
La Llamada Orante nos cualifica la situación,
para que nos contemplemos y podamos contemplar nuestro entorno.
Es fácil caer en el victimismo del terror, el
daño, la persecución...
Y es fácil porque está ahí.
Y es fácil defenderse y criticar y condenar
y… aislarse, ¡porque también está ahí!, como el mejor recurso y el mejor
remedio.
La promoción de virtudes, la promoción de
comuniones, compartir, convivir, coexistir, colaborar… –ese largo etcétera de
palabras-, no tiene auge. Y se consideran, bajo la dictadura de la defensa y la
seguridad, como “débiles”, como “incapaces”, como “inoperantes”. Y en cierta
medida tienen razón, puesto que se ejercen poco.
El vigor solidario, la fuerza de la comunión,
la vibración de la creencia, la fe y la esperanza mantenidas y ¡ejercitadas!...
cuesta; cuesta en este estilo de vivir.
Y cuesta porque el triunfo se ha apoderado
del vivir; el éxito, la ganancia, la seguridad…
Esa actitud económica voraz –¡en cualquier
nivel!- que ocupa la obsesiva compulsión al trabajo, a la renta, al beneficio.
Y, si así no vas, críticas recibirás...
miedos aparecerán...
El hedonismo humano actual trata de
convencernos de que nuestra vida está hipotecada; que la vida es una hipoteca
que nunca –¡nunca!- podrás saldar. Cada vez tendrá más intereses. Y aunque trabajes
cada vez más, nunca podrás solventar tu deuda.
Así se mueve la consciencia actual.
Ese es el panorama que, en cualidades, nos
describe la Llamada Orante.
En el que –como vemos- el culto humano de
dominio y poder es hegemónico.
Luego quedan... –alrededor, sí- algunas
lástimas, algunas penas, algunos amores, algunos afectos. Pero ¡cuidado!,
¡cuidado! Muchos de ellos son partidistas interesados. Tanto que, si en algún
momento no se cumplen las exigencias de unos u otros, se rompen los pactos.
Es indudable que hablar de “mayoría”, en
8.000 largos millones de habitantes, es difícil. Igual que hablar de “minorías”.
Pero sí es posible decir que la rentabilidad de nuestras presencias tiene la
tendencia hegemónica de dominio, poder, violencia... de las múltiples formas.
Y esa actitud es droga que embelesa, para ser
el mejor, la mejor, la más-lo más bello, lo más, lo más rico...
Ya no hacen falta los dioses, ni sus miedos,
ni sus milagros. No. El hombre se basta por sí mismo... y se condena y se
premia.
Ha secuestrado la vida en esa hipoteca
eterna. Esa es la tendencia... y su consiguiente realización.
La Llamada Orante nos mantiene... o en
silencio, o insiste en el Universo Creador, en el Misterio Creador.
En el amanecer. Que, sin él, no brotamos.
En el convivir sin el prejuicio anticipado.
En sentir la presencia... en lo imprescindible y necesario, en lo imprevisto, en
lo inesperado, en el sueño, en la casualidad. En el Amar.
Insiste en que son señales que nos muestran
la perspectiva creadora, la semilla de nuestra procedencia...; ¡que no es guerrear, nuestra anuencia!, sino es...
compartir nuestras herencias.
Sentirnos en la unidad... y descubrirnos en
los gozos de la convivencia, en el poema de las sinceridades, en las brisas de
las esperanzas.
Sin la mueca culpable o castigadora.
Sin el reclamo justiciero: esa muerte de
prematura.
Reclamo justiciero que gravita sobre
cualquier textura. Porque las imposiciones de arte, cultura, costumbres y
normas, no hacen posible “variables de buenas venturas”, sino que insisten en
sus hoces, lanzas e improperios para calificar sus estancias.
Y así, la belleza se hace un adorno
innecesario. ¿Para qué? Ante todo, lo práctico, lo cómodo.
El “bienestar” inunda la consciencia y la
somete a la norma de producir para gustar.
Y es que la humanidad ha sido educada con el
lubricante del nacer, crecer, desarrollarse, deteriorarse y morir.
Y curiosamente, cuando el ser debería... –por
eso que llaman “experiencia”, por eso que llaman “sabiduría práctica”-...
O bien, se dan los seres por vencidos
definitivamente, y dejan de engrasar sus estructuras mentales, y sólo queda la
residencia...
O bien –raras circunstancias- es cuando el
engrasado de la consciencia adquiere la clarividencia de contemplar la
inocencia, de aspirar a la búsqueda de la ignorancia: esa que nos permite
curiosear en todo lo que nos rodea.
Y pensemos por un momento –solo pensar, ¿eh?-:
¿Y si fuera el modelo de evolución, diferente? Y se hubiera cambiado por
intereses momentáneos y parciales. ¿Y si el modelo, en vez de ser “juventud, divino tesoro”, fuera “longevidad, divina inmortalidad”?
Nos han conscienciado en el progresivo
deterioro.
Nos hemos psicosomatizado con “el paso del
tiempo”... y con la práctica razonable
de lo que se observa.
Es inevitable, bajo esa perspectiva, darse
cuenta de que cada día es un paso más cercano hacia la muerte.
Y resulta imposible pensar... que podría ser
un paso adelante hacia la inmortalidad.
¡No es, la Llamada Orante, unos paños
calientes para consolar las penas del alma, de amores, de economías, de
enfermedades o... distorsiones!
¡Así se han interpretado las
oraciones! ¡Así se ejercitan! El remedio
casero... a punto he estado de decir “gratuito”. No, no es gratuito. ¡Parece
gratuito! Pero no es gratuito, en la medida en que se compromete con
religiones, con dogmas, con leyes... ¡con todo lo que nada tiene que ver con el
Misterio Creador, y sí tiene mucho que ver con la ley, el orden, la moral, la
sexualidad!...
No es gratis. Condiciona una forma, una
manera de estar. Y muy cara.
Y es así que la Llamada Orante viene para
llamar hacia la liberación, hacia la comunicación, hacia la consciencia
amplificada de... ¡de estar aquí, pero pertenecer al Todo!
Y en consecuencia, todo ese merodeo de
dictámenes, sentencias, condenas y etcéteras, ya comentados, pierden valor,
pierden actualidad.
Pero si les prestamos atención y tratamos de
combatirlos con ideas de liberación...
¡No! Ejercitemos la liberación en el convivir
diario. No nos enfrentemos a la trampa de la justicia, del orden, de la moral,
de la norma. Eso es preámbulo de cementerio.
Las urnas se encargan de reclamar nuestra
participación a los modelos anclados y de sonrisa estereotipada, de promesas
grandiosas y de fiestas. Sin mencionar los cementerios, que se producirán con
el éxito y el triunfo.
Todo un diseño que, claro, apunta a lo que se
ha logrado, a lo que se ha conseguido…
Era inevitable.
Lo que pasa es que se le ha puesto
protagonismo. Pero era inevitable seguir la senda que se ha seguido, bajo el
auspicio de la dominación de lo humano sobre lo Divino.
Y qué curioso, ¿no? –para entenderlo mejor-.
¿Acaso lo Divino se rebela contra la suplantación que hace lo humano? ¿Acaso lo
Divino castiga a los malos y premia a los buenos? ¿Sí? ¿O más bien al revés?
No entra en la confrontación, porque la vida
no lo es.
Porque somos esperanzas continuadas, sin
límites.
Pero es más fácil creer en lo práctico de
hoy, en la razón de ayer o en los cálculos de mañana.
Nos cabría decir que eso no es creer. Eso son maniobras para posicionarse como poder.
Creer es trascender a la identidad propia,
desprenderse de lo posesivo... y abrazarse al Misterio.
De vez en cuando convendría emplear las
palabras, bien.
La Bondad Superior está. No hipoteca. No
presta. Está. Se da.
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